Placer 19.
Vessel + Atillla


28/01/2014 21.00
Fundación SGAE, Santiago de Compostela



El diván es un sofá y el péndulo un altavoz. Nadie te hace las preguntas justas para exorcizar al demonio que te habita, pero un ruído abstracto le invoca, antes de que un estruendo súbito interrumpa el ritual y te expulse, fugazmente, de la hipnosis. Viajar hasta los más profundo y oscuro de nuestra psique nunca pudo ser más fácil. Dos nigromantes sónicos ofrecen su servicio a domicilio. Basta con presionar el play, y VesselAtillla nos conducirán con sus ritmos a ese universo sombrío que palpita debajo de nuestras camas cuando somos niños.

Sebastian Gainsborough, más conocido como Vessel, procede de Bristol y forma parte del colectivo originario de su ciudad Young Echo, un movimiento que recientemente ha alcanzado una nada desdeñable notoriedad al ser portada de una de las ediciones de la prestigiosa revista Wire. Gainsborough ancla su obra en un eclectecismo que permite que por ella discurra el dark ambient, el dubstep, y hasta el techno de la rave más perturbada. Construye así una atmósfera etérea e hipnótica, dotada de una rotunda personalidad. Tras varios EP’s y dos largos a sus espaldas, Vessel se adivina como un renovador para los que buscan la oscuridad en una improvisada pista de “no-baile” inhóspita, oculta en una fábrica abandonada de la periferia urbana.

Militante del sello Tri Angle junto a nombres importantes de la electrónica contemporánea, como Holy Other o The Haxan Cloak, en su primer LP, Order of Noise (Tri Angle, 2012), Vessel teje una malla de ruidismo industrial aderezada con una ambientación balsámica que podría aproximarlo a alguna de las facetas de Aphex Twin. Sirvan de ejemplos temas como Court of Lions o Stillborn Dub. Ese cruce estético antagónico, la danza o el sofá, el ruido y la atmósfera envolvente, abre un proceso que nos lleva a Punish, Honey (Tri Angle, 2014), su último y mejor trabajo hasta la fecha. Las texturas densas y los cambios de cadencia precedentes se distorsionan y estilizan en tambaleantes y agitados ritmos que trocean unas melodías de tono afligido. Canciones como Anima o Red Sex, un hit instantáneo, confirman el estado de siniestra gracia de Vessel.



La efímera etiqueta de witch house bien podría ser una manera sencilla y, no poco apropiada, para definir al segundo oficiante de esta tenebrosa peregrinación. Se llama Atillla y es de Porto. Más amenazante y oscuro que Vessel, el músico portugués se erige como el complemento ideal para este aquelarre high-tech, con su música minimalista sostenida en el tiempo. Sus composiciones son intencionadamente machaconas, con escasas aunque contundentes variaciones armónicas, presentadas en su bandcamp con números romanos como si se tratase de una recopilación de historias de terror gótico. Podemos escoger sin temor a equivocarnos entre “I” y “IV”. Tanto da. El talento es innegable. Crítica y público se deshacen en halagos al hablar de un directo performativo que combina música con precisas proyecciones en vídeo, calculadas al milímetro, que sustentan el espectáculo.